Tengo un
ojo de trampantojo
por el
que veo lo que yo quiero.
Tengo dos
piernas que apenas piensan
si pueden
o no, subir la cuesta.
Tengo
otro ojo de cerradura
por el
que miro con atención
quién
pasa cerca de mi balcón.
Un
imperdible llevo en las cejas
¡Esto es
horrible!
¿Hay
alguien que sepa
para qué
vale un imperdible?
Por eso
quiero y busco
mi ojo de
trampantojo.
Sí,
porque este ojo sí es fiable.
No
importa que finja
si, al fin
y al cabo,
de
cuentos bien nutrida,
he vivido
la mayor parte de mi vida.
Las
verdades todas,
tan
ácidas, tan hoscas,
deben
marcharse, a toda prisa,
camino del
destierro.
Para
justificarlo todo,
ya
tenemos infinidad de trolas.
Tengo un
ojo de cerradura
al que no
le importa darme disgustos.
Por ese
ojo implacable
he
sentido todo el frío
de las
noches polares.
¡Que se
vayan muy lejos
las
verdades! Lejos, lejos, lejos…
¡No
quiero verme en los espejos!
No quiero
reír por las mañanas.
Cuando
tenga ganas de llorar
no quiero
recibir más el alpiste
de que esta vida es
lo más
bello que existe.
Alcalá de
Henares, 6 de junio de 2022
Texto editado por primera vez el 29/06/2012; las fotografías con fecha 13/06/2017, en el Jardín Botánico de Madrid. Como es costumbre, Franziska es la autora del texto y fotografías.
Raitán