La vejez es una patria desolada.
Es una guerra perdida y castigada,
esperar el fin que nunca llega,
añorar las vides y sus pámpanos.
Camino poblado de fantasmas.
Noche sin luna y sin estrellas.
Sendero ignorado y maldecido.
Soledad cuchillo clavado en las entrañas.
Seca la piel como hace la estepa con los cardos
y deja en la boca un regusto amargo y áspero.
Y es un cuchillo afilado, carnicero y voraz
que mutila, tortura y engulle nuestros sueños.
Porque vivir sin esperanza no es vivir.
Vivir sin fe es ya morir a campo abierto.
Porque ya no es tiempo de amar sino de recordar lo amado.
Porque hay que apartarse y no estorbar.
A veces tiemblo y me extravío
en las agoreras nieblas del pasado
porque he visto el dolor en muchos rostros ajados
algo como un espanto de perro abandonado,
sediento de caricias y cuidados.
Debiera existir un paraíso para perros
y un edén para ancianos
donde pudiéramos jugar
como los niños buenos que hemos sido,
perder la memoria del pasado
y agradecer el presente que tenemos.
La memoria nos pierde
con sus comparaciones despiadadas
y en ese laberinto nos extraviamos
fundiendo el ayer con el mañana.
Sólo nos queda el ahora y el hoy y eso es tan claro
que sólo la ceguera de la edad gastada
impide comprenderlo y aceptarlo.
Alcalá de Henares, 8 de Septiembre de 2009
Texto e imágenes de Franziska, alias Raitán