Memorias que no escribiré.
Memorias que ya he escrito
que se desprenden de un árbol
como las hojas marchitas.
Hay otras que nunca mueren
y, de vez en cuando, arriban
-con su tono verde claro-
a alegrarte el corazón.
Memorias pálidas, rotas:
soterradas en las cunetas del alma
que pacientemente aguardan
volver a la vida errática.
Mariposas de vida fugaz y hermosa,
se llaman inspiradoras.
Yo sé que son los fantasmas
que arrastran las cadenas
que hay en un corazón.
En mis memorias de ayer,
he condenado al olvido
aquello que deseó ser y no fue
y a todo lo no deseado
que siempre estuvo a mi lado.
Sin memoria nos perdemos.
¡Cuántas veces he querido
recrearme en el olvido!
Y pocas lo he conseguido.
Y ahora que está muy cerca
el final de mi camino,
quisiera que en la memoria
de los que marchen después
mi recuerdo fuera un nombre
solo de paz y armonía
una llamita de luz:
apenas como un candil
pero sincera y sentida.
Alcalá de Henares, 1 de diciembre de 2013
Texto e imágenes realizadas por Franziska