Quiero
morir en los brazos de la aurora
igual que
amé la vida de los sueños.
Quiero
pensar que en la fugaz huída
siempre
llegué al punto de partida.
Quise
silenciar el dolor de mi alma
porque el
camino del amor lleva a las penas.
Aunque
sea a la vez paraíso y condena
del
llanto y la emoción son mis cadenas.
No
hay un mar que no tenga su isla
así como
no hay ser que no espere amor.
Aunque
sea en las nieblas de un futuro
aunque
sea en el país del nunca llegará.
Todo pasa
y se agota y se confunde
y todo es
consecuencia de una acción.
Pero ¿por
qué la acción del subconsciente
está tan
llena y tan cargada de razón?
Cuando el
alma está ofuscada por la cólera.
Cuando el
viento no sopla a mi favor.
Cuando
estoy agitada por cualquier motivo,
te
escucho y no te oigo, te veo y no te miro.
Cuando tu
alma está cohibida por el temor.
Cuando
aún no ha enraizado y brotado el dolor.
Cuando
aún la esperanza leva anclas.
Cuando
aún el mar y el marinero
esperan
de la noche estrellas y luceros.
Y un
placer que retorna pasajero indeciso,
es un
incrédulo sin fe ni paraíso dominado,
es un
adiós, sin más, a la luz de la alborada
y será un
volver a la oscuridad, al vacío y a la nada.
Es buscar
a tientas el destino, es batallar
al estilo
del Quijote contra aspas de molino.
Es la
mayor contienda ganada al corazón
reconocer,
en aquél a quien odiamos,
gracias o
virtudes que admiramos.
Alcalá de
Henares, 4 de febrero de 2014
Raitán