domingo, 5 de agosto de 2012

La cara oculta de un poema


Los poetas mentimos mucho
porque la realidad
tiene poco que ver con la poesía.

Lo que yo escribí se leerá entre comillas:


“Allí te amé.
En los oscuros peldaños,
el viento se movía entre tus pies.
Resplandecía la luna
sobre las farolas del puerto.
Entonces, los días errantes
marcaban mi camino”.

La cruda realidad era:

Allí te amé –eso es verdad-.
En la escalera del metro
había un olor a algo sucio:
podría ser un rancio olor a pies.
Estaba muy nublado
seguro que la luna
no se ocupaba de nosotros
pero, sobre el pavimento,
sí estaban ya encendidas las farolas.
Entonces mis días de parado
no me permitían estar quieto en ningún lado.

“A veces, amanece
y hasta mi alma está cubierta
por el rocío de mis lágrimas.
Resuena el mar tan lejano
y una gaviota se descuelga
de tus brazos en niebla.
Allí te amé.”

A veces, cuando llega el día
me despierto con una pesadilla
y creo que tu cabeza
reposa ya sobre mi almohada
y que son tus ronquidos
lo que me ha conmocionado.
Así es que cambio de postura
y seré yo el que siga roncando.

“Fue un instante pero te amé.
Te estoy amando aún
y, a veces, envío mis besos
navegando en veleros a buscarte.
Naves perezosas
que nunca habrán de llegar
a su destino.”

¿Por qué voy a negarlo?
Me enamoré.  Y, ahora,
no sé cómo huir de esta trampa.
A veces, te he enviado mis besos
en los correos de Internet
pero debo cometer algún error
al escribir tu dirección de el Hotmail.

“¿Por qué son tan tristes los muelles
cuando arriba la noche?
Sin embargo, la luna siempre asoma
y posa en mí sus celajes de sueño.
Con sus ojos tremendos
me mirarán las estrellas de fuego.
Yo aún amo tu piel de cereza.”

¿Por qué es tan triste dormir en un banco?
El cansancio me agota, al fin me duermo.
¿Por qué se quedaran sin apagar
en toda la noche
 las farolas de un  coche?
Con sus ojos tremendos
 parece que me acusan.
Aún amo el contacto con tu piel
eso que tu barba hirsuta, raspa un tanto.
A ver si un día de estos vas y te rasuras.

“Quizás las olas esta noche
querrán entonar tu nombre
como yo lo recuerdo.
Aquí te amé.
Fue un instante eterno.”

Quizás las cigüeñas esta noche
querrán parpar tu nombre
dormido en mi recuerdo.
¡Será posible que ya no sé cómo te llamas!
¡Hace ya tanto tiempo
que perdí mi agenda de recuerdos!


Alcalá de Henares, 5 de agosto de 2012
Franziska



 

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