Cuando vivía tan
intensamente
pensaba muy despacio o
casi nada.
Ahora que tengo mucho
tiempo,
mi vida transcurre poco a
poco:
se nutre más de una clara fantasía
que de la realidad del
vivir de cada día.
Cuando tienes un hijo
entre tus brazos
de tal modo tu corazón
está ocupado
que te olvidas de ti, tus
anhelos apartas
y hasta, de un modo
imperceptible,
dejas de existir.
En el inventario de esos
años,
únicamente pasaron al
haber
la dicha de los años
vividos para él.
¡Descubrir la semilla que
hemos sido
en la pujanza de esa vida
que florece
abriéndose a la maravilla
de la mirada,
la risa, el llanto, la
primeras palabras.
Las manos anhelantes, el
paso erguido,
la carrera alocada de un
bebé…!
Las primeras preguntas y
todos sus ¿por qué?
Lo que nos hace esencialmente
humanos
es ese amor que recibimos
y que damos.
Que no hay vida completa,
realizada,
en el corazón de quien no
ha estrechado,
con ternura, un hijo entre
sus brazos.
Alcalá de Henares, 11 de
julio de 2013
Textos y fotografías realizados por Franziska