Como un torrente
aparece
y sin razón ni sentido
cauce abajo se
desata
provocando
torbellinos,
remolinos y
corrientes:
pocas veces, mansos
ríos.
Tu vida entera posee
y se adueña de tu mente:
en esclava te
convierte.
La evocación
constante,
insistente y tozuda
de sólo
un instante efímero
con igual
fuerza: encadena
que de luz, te
llena.
No te preguntes por
qué
este volcán te
apresó
con el lacerante
espanto
de sus cráteres
abiertos,
de sus gases y sus
lavas.
Entre tantos rostros,
tantos,
que cruzaron tu
sendero
no fue el rostro más
bello,
ni los ojos más
espléndidos
ni de Apolo, la
armonía…
Segura puedes estar
que,
si en un puro azar,
le encontraras en la
calle
y, observando, le
miraras
distraída e
inconsciente
sería una persona
más…
Pasos que no dejan
huella
ojos que vienen y
van
y risas que no
festejan
en los oídos que
suenan.
¿Por qué de pronto,
con ecos de trémulo
sonido
aquella voz te sorprende
resonando
con la dulzura de un
arpa
en todos tus sentidos?
Nunca sabrás por qué
la ausencia de unos
ojos
te arrojaron a un
pozo
de obscuridad sin
fin.
Y en el abismo
hundida de la desesperanza
ni siquiera te
agitas,
ni pides ni reclamas
alguna mano amiga
que te ayude a salir.