Me gustan los
árboles solitarios
pero rechazo a los duendes de mi armario
que esconden mis pantalones de lana
si los voy a necesitar en la mañana.
Me gustan los
pájaros que cantan
posados en las ramas pero no, las ranas
croando dentro de las charcas.
Su voz es húmeda como el viento ábrego.
Me gustan las
ardillas abrazadas a un árbol
y los zorros plateados luciendo
su pomposa cola erizada por el viento
retando con su mirada al Rey del Amanecer.
Me gustan los
globos blancos y las focas
que duermen en el sofá del Ártico
y solo comen pescado…supongo
que bostezan cuando llega la Aurora Boreal.
Me fascina la grulla coronada,
luciendo su penacho de plumas doradas
mientras se escabullen
de sus lámparas azules,
chispitas: mezcla de coquetería e inocencia.
Prefiero la fantasía a la ciencia.
La fantasía no tiene límites ni tiempo.
No soy predecible ni verificable.
Una historia interminable es nuestra mente.
Así es que el hombre que inventó la ciencia,
no es capaz de hallar una escala de razón.
Algo indudable que se mida y
cuantifique
y que ese algo, al final, sea consciencia.
Si las ciencias consiguieran hallar ese intangible
al fin se concebiría una dosificación
para que nuestra historia humana
emprendiera, al fin, un
camino de amor.
¿Será la nuestra una civilización sin lugar
que marcha ciega hacia su propia destrucción?
¿Podremos frenar el cambio climático?
¿En qué galaxia nos está esperando un nuevo hogar?
¿Cómo será el paisaje sin árboles floridos?
¿Y el silencio sin el canto de las aves?
Seguro que no habrá ranas
con sus panzas al sol.
Ni zorros, ni grullas, ni ardillas.
¿merecerá la pena ese destierro?
Alcalá de Henares,18 de septiembre de 2015
Texto e imágenesrealizados por Franziska
Texto e imágenesrealizados por Franziska